"... yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá" .

(Jeremías 33:20)


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El destierro de “Israel”:
la semilla de Abraham
en las naciones.


EN GÉNESIS 49:22-26 leemos la profecía del patriarca Jacob sobre José, que alcanza a sus hijos Efraín y Manases, y comienza así:
"Ramo fructífero José,
Ramo fructífero junto á fuente,
Cuyos vástagos se extienden sobre el muro...”
Lo que nos anuncia una descendencia tan vigorosa que no sería contenida por frontera alguna. Y en Deuteronomio 33:13-17 leemos la profecía de Moisés sobre José que complementa la de Jacob, cuya parte final dice:
“...y corneará a todos los pueblos
hasta los extremos de la tierra.
Tales son las multitudes de Efraín;
tales son los millares de Manases"
En estas cosas encontramos la saga de la primera promesa de YaHVéH a Abraham que ya estudiamos: “tu descendencia se adueñará de las puertas de sus enemigos". Y la historia de las naciones no se comprende en su curso profundo, en su Pulso interior, si no reparamos en esta penetración de los “hijos de Israel”/”casa de Israel” en su seno, con un extraordinario bagaje profético de prosperidad y dominio (es muy útil leer completas las profecías de Jacob y de Moisés sobre José en los pasajes citados del Génesis). Recordemos que ellos debían de “mezclarse” con las naciones, ser “zarandeados” en ella (Oseas 7:8; Amos 9:9), y por tanto sus “genes proféticos” se traspasarían a los pueblos en donde estuvieran incluidos y que a menudo lideraban. Veamos lo que pasó con esta bendecida descendencia de Israel en uno de sus principales destinos: la hoy llamada Europa:

No hay registro de poblaciones en los territorios al norte del río Danubio antes del siglo VII AC. Recién se registran ocupaciones a partir del siglo V AC. Y a partir de esa fecha se registran dos oleadas de pueblos provenientes de las estepas trascaucásicas que la historiografía moderna ha llamado “indoeuropeos” – nombre que no solo no aclara, sino que es perfecto para confundir -. Así comienzan a poblarse esas vastas tierras de climas a veces inhóspitos en comparación con los territorios en torno al Mediterráneo que sería el escenario principal de la cultura grecolatina. Las dos oleadas tuvieron una separación de seis siglos entre una y otra. La primera comenzó a partir del siglo V AC, y la segunda a partir del siglo II DC cuando el Imperio Romano había alcanzado ya un gran desarrollo. Dice así una historia universal escrita en 1854, antes de que comenzaran a desdibujarse los nombres originales de los primeros pobladores de Europa detrás del confuso calificativo de “indoeuropeos”:

“Las naciones de Europa son el producto incontestable de la distribución y superposición de la última oleada de escitas... Estos se sobrepusieron a otra oleada anterior que llegó de un modo igual y del mismo país, pues que se componía de cimerios, Galos y Celtas" (nota 1)

De modo que la primera oleada fue de los pueblos llamados cimerios, y la segunda de los llamados escitas. Guardemos el nombre de estos pueblos porque son el manantial de donde surgieron las naciones que mas tarde dominarían el mundo. Y la cita histórica agrega que ambas oleadas vinieron del mismo “país” o región. Otro dato importante. También se dice que fue la segunda oleada la que dio forma definitiva a los pueblos y naciones de la Europa de hoy sobreponiéndose a la primera. Aquí están todos los elementos que debemos recordar para percibir la génesis de las naciones europeas.

Ahora bien, los pueblos cimerios fueron llamados por los romanos “galos” (esto es: “gallos”) por su vistosidad y constante belicosidad. Pero los griegos los llamaron “keltoi” de donde deriva “celtas” (tal vez por su prodigiosa capacidad de multiplicación: “keltoi” significa conejos). De modo que los cimerios fueron llamados galos/celtas y todas son denominaciones que se refieren a los pueblos de la primera oleada sobre los territorios de la hoy Europa.

Los pueblos de la segunda oleada fueron los escitas. Éstos llegaron a partir del siglo II DC cuando el Imperio Romano estaba ya establecido en sus fronteras mas extensas. Y fueron llamados en la historia por el nombre de “godos” o “germanos”.De modo que godos/germanos o escitas son nombres que se refieren a los pueblos de la segunda oleada. Entonces las naciones europeas se remontan a estos dos orígenes:

1) cimerios /galos/celtas
2) escitas /godos/germanos

Y ambos pueblos (o conglomerados de pueblos) provinieron de “una misma región”. Pues bien, veremos que tanto cimeros como escitas son nombres para la descendencia desterrada de los “hijos de Israel”/”casa de Israel”/”Efraín” que vimos penetrar en las naciones luego del destierro asirio y del final de ese imperio en el capitulo anterior, a consecuencia de su abandono de YaHVéH. Todo lo cual fue profetizado por Oseas y Amos durante el reinado de Jeroboam II.

Veamos lo que dice la arqueología:


En el año 1846 se descubrió en la antigua ciudad asiria de Nimrod un obelisco de basalto negro. En el aparece el rey Jehu - un rey del norteño reino de Israel que fue cabeza de una dinastía - trayendo tributos al emperador asirio Salmanasar III. Y se lee la siguiente inscripción:

"Tributo de Jehú, hijo de Omrí: recibí de él plata, oro, un cuenco de oro, un recipiente de oro, copas de oro, cubos de oro, estaño, un bastón para la mano del rey y venablos"

De modo que Salamasar llama a Jehu: “hijo de Omri” utilizando este nombre genérico para referirse a todo el pueblo del reino del norte en oposición al reino del sur liderado por la casa de David. ¿Y quién fue Omri? Pues un rey del reino norteño de Israel que tomó decisiones fundacionales que le dieron su identidad ante las naciones. Esto es: 1) la asociación estrecha con Tiro y sus dioses Baal y Astarté, 2) un activo comercio internacional, y 3) la fundación de Samaria, orgullosa capital del reino norteño. Todo esto para contrarrestar la influencia de Jerusalem y de su Templo, evitando tentaciones de volver al pasado. De este modo se consolidaba la independencia y separación definitiva del reino del sur.

Es natural que tan radical actitud separatista se viera reflejada en las naciones con una denominación diferente para la población del reino norteño. Y esta fue: “hijos de Omri”. En tanto que a los pobladores del reino del sur fueron los judíos.

Por lo demás, vimos que el reino del norte tenía gran visibilidad internacional por su activo comercio, en tanto que el reino del sur - los judíos - permanecía en cierto modo vuelto sobre si mismo, como parapetado en su arisca geografía. Y así, la denominación de “hijos de Omri” denominó en la historia secular a toda la población del norteño reino de Israel. Y de “hijos de Omri” derivó “khumri”, y de ahí “cimerios”, que es el nombre de los pueblos de la primera oleada. Estas cosas surgen de testimonios irrefutables producto de la investigación arqueológica moderna sobre cuyas concusiones no hay sombra de duda en nadie, por lo cual vemos que la denominación genérica de “indoeuropeos” a los pueblos de las migraciones que poblaron la actual Europa no ayuda a extraer las conclusiones obvias que se deducen cuando sabemos que los pueblos de la primera oleada se llamaron cimerios y que estos eran descendencia de Israel y por lo tanto descendencia de Abraham. Tal vez esa denominación insípida se deba a que se quiso ocultar esta obvia conclusión que sin embargo explica transversalmente siglos de historia.

De modo que la primera oleada era descendencia del reino de Israel. Seguramente con los cimerios venían mezclados otros pueblos, especialmente de origen jafeita. Esto es lo que anuncia Génesis 9:27:
“¡Engrandezca Dios a Jafet,
que habite en las tiendas de Sem!”
Y en efecto la investigación antropológica nos dice que los llamados galos/celtas eran multiétnicos y de variada conformación física.

¿Y los escitas? A éstos los persas los conocían como “saka”, los babilonios como “gimirri” y los asirios como “khumri”, nombre del cual conocemos su origen: los “hijos de Omri”. Es decir, la segunda oleada sobre los territorios protoeuropeos era también de pueblos descendientes del reino norteño de Israel – “hijos de Israel”/”casa de Israel”/”Efraín” - ahora llamados escitas que venían rezagados con respecto a los primeros en su migración y con quienes también estaban mezclados pueblos jafeitas.

Los escitas/”saka” se habían dirigido primero hacia el oriente, penetrando en Persia, la India y en Asia hasta la China y Japón. En todos estos destinos dejaron descendencia. Digamos para mas precisión que “saka” tiene para muchos el significado de “los que viven en tiendas” (ver Oseas 12:9), y que “tienda” en hebreo se dice “sukah”. Y aun “saka” puede significar según otros “casa de Jacob”, que es otro de los nombres para los “hijos de Israel”/”casa de Israel/”Efraín”. De modo que tampoco existe duda sobre el origen étnico de la segunda oleada. Ellos eran también de la descendencia de Abraham con la específica profecía de los hijos de José en sus espaldas, esto es: prosperidad sin límites, enormes en número, dominio sobre sus enemigos.

Veamos algo más: los “godos” – un nombre para los escitas, como dijimos - se dividieron pronto en “visigodos” y “ostrogodos” según sea que su territorio estuviera al oeste o al este del río Dniester. Y así estaban cuando una invasión conmovió todo a su paso: los “hunos”. Estos invasores no eran “indoeuropeos” – para utilizar el término de la historiografía moderna - ni pretendían ocupar territorios para establecerse de modo permanente como era el caso de los cimerios y los escitas sino que su objetivo era uno solo: la rapiña. Esto ocurría en el siglo IV DC – a partir del 370 -. Y su avance incontenible consiguió dominar a los ostrogodos que eran los primeros pueblos que encontraron en su camino. Ante esto, para evitar ser también asimilados los visigodos cruzaron el Danubio y se constituyeron como un “pueblo federado” dentro del Imperio Romano y por lo tanto a su amparo. Y las tropas imperiales integrarían a guerreros visigodos para contener el agresivo cuño invasor entre periodos de amistad y desavenencias.

Pero cuando los visigodos entraran al interior del imperio romano, en lo que era la provincia de Mesia al pie de los Balcanes, a partir de la región de Dacia cuyo territorio coincide con Rumania y Moldavia - fueron respaldados por el Obispo arriano Ufilas que movió sus influencias con Constancio, emperador romano e hijo de Constantino pero inclinado hacia la herejía arriana -. Ufilas en ese entonces ya había evangelizado a los visigodos, y traducido la Biblia al godo, transformándolo así en un idioma completo lo que permitió emprender la conversión de todo el pueblo germano. Esto constituyó algo trascendente, uno de los detalles aparentemente pequeños para la historiografía común pero para quienes vemos en la difusión del mensaje del Reino un motor incontenible de la historia nos pone en evidencia que toda la historia posterior de los visigodos forma parte del Designio de Dios/Elohim. Y aún toda la historia de todos los pueblos germánicos que recibieron un enorme impacto misionero y fueron a partir de ese momento operadores del Designio del Altísimo en la historia.

En realidad, además del avance de los hunos, los visigodos cristianos arrianos estaban siendo perseguidos por su fe, de modo que esta fue una razón a mas para buscar cobijo en el imperio a la sazón con un emperador arriano.

El arrianismo, si bien era una visión herética que negaba la divinidad de Cristo, era en todo lo demás mucho cercano a la Verdad y opuesto al panteón de dioses nacionales germanos, que fueron completamente abandonados en beneficio de la nueva fe. Quizás la versión herética arriana del cristianismo era mas aceptable para un pueblo todavía guerrero, mas cercana a ellos, y por eso Dios/Elohim – YaHVéH - permitió que fueran evangelizados en esta herejía. De hecho cuando la migración visigoda alcanzo su destino final y una existencia estable en Hispania, se convirtieron al verdadero cristianismo, y luego allí y en toda Europa los pueblos germanos fueron los defensores mas esforzados de la fe verdadera.

De modo que la descendencia de quienes habían sido desterrados del norte de la “tierra prometida” y excomulgados de la nación de ISRAEL recibían ahora, en esta extraña reviravolta de la historia, la “buena noticia” de que el Mesías de “Judá” e “Israel” se había manifestado en Palestina. Naturalmente los godos para nada recordaban su pasado hebreo ya que su memoria colectiva había sido borrada por YaHVéH para que se cumpliera su objetivo que era que se “mezclaran” con las naciones, y aún las lideraran.

Con la evangelización de Ufilas (311-383) - cuyos padres eran de origen godo y griego, - la primera “encomienda” el “Siervo de YaHVéH” de la cual nos habla Isaías en el capítulo 49, esto es: convocar a las “tiendas de Jacob” de entre las naciones (Isaías 49:6 a) se estaba haciendo cuerpo, como antes con la evangelización de los celtas/godos – la primera oleada -. Estos fueron impactados por el mensaje directo de los enviados/ apóstoles de Jesus/Yeshua y también luego de recibir la palabra transformaron la historia, como veremos. Todo esto era el Pulso del Gran Tejedor trabajando en la historia, y colocando en ella hebras maestras para dibujar su Propósito.

Pero además, esta predicación a los “hijos de Israel”/ “casa de Israel”/”Efraín” desterrada – en este caso los celtas y germanos – ponía en contacto con la Palabra a todos los pueblos “mezclados” con ellos, y así se cumplía también la segunda encomienda al “Siervo de YaHVéH” en Isaías 49:6 b), esto es: ser “luz” a las naciones.
Recordemos la profecía en Oseas 7:8:
"Efraín se ha mezclado con otros pueblos.
Efraín es como una torta
cocida solamente por un lado”.
Y la de Amos 9:9:
Porque, yo mandaré que la casa de Israel
sea zarandeada entre todas las naciones,
como se zarandea el grano en una criba
sin que caiga un granito en la tierra.
Recordemos la Palabra del Maestro a sus enviados/apóstoles en Mateo 10:6: “... id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Y en Mateo 15:24: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.

Es en el contexto de estos pasajes que debemos entender la evangelización de celtas, germanos y los pueblos jafeitas que con ellos estaban, todos los cuales fueron el fundamento de las naciones de Europa.


(1) “Historia Universal” de Césare Cantú, Nemesio Fernandez - Cuesta - 1854 –. Además, en el tópico “cimerios” de Wikipedia se puede leer:

“Si bien los registros históricos de los cimerios sólo aparecen en el escenario de la historia mundial durante un breve período (durante el siglo VII a. C.), numerosos pueblos celtas y germánicos tienen entre sus tradiciones la de que descienden de los cimerios o escitas, y algunos de sus nombres étnicos parecen corroborar dicha creencia”.

Este es un testimonio adicional - entre muchos – de lo que afirmamos en este libro sobre el origen de las naciones europeas. Claro que entre los pueblos que venían “mezclados” con cimerios y escitas los había de origen ario e iranio. Éstos, centurias después dieron lugar a la sórdida doctrina racista del nazismo, si bien la mayoría de la población europea es descendiente de Abraham.


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