“porque los otros ciertamente
sin juramento fueron hechos sacerdotes;
pero éste, con el juramento del que le dijo:
juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
Por tanto, Jesús es hecho fiador
de un mejor pacto”.
Hebreos 7: 21-22
Tenemos entonces un mejor Pacto basado en una promesa mas fiable del Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Y este mejor Pacto y superior Pacto dejó obsoleto - o superado – el antiguo pacto (Hebreos 8:13). E introduce una gran novedad: el sacerdocio "según el orden de Melquisedec" que supone un cambio radical en la forma de dar culto a Dios/Elohim. Todas estas cosas – en el contexto que se hace la afirmación - definen una "nueva religión" si por esto se entiende una cierto orden ceremonial de adoración y culto. Mas adelante nos referiremos a lo que significa este nuevo orden sacerdotal que es la piedra angular del Reino venidero.
Por eso - y por otras razones que iremos hilando - el culto a YaHVéH según el antiguo pacto, ya no tiene validez alguna hoy ni la tendrá en el futuro. De modo que la obsesión por “guardar la Torah” (es decir aquellos mandamientos de la Toráh que pueden ser guardados, ya que no existiendo el Templo en Jerusalem la mayoría son ya imposibles de guardar) va en contra de la revelación progresiva del Propósito divino y de la correecta interpretación de la Palabra.
* Permanencias y rupturas
No obstante en el Nuevo Pacto hay cosas del antiguo que permanecen (ya que el antiguo pacto fue la sombra del nuevo). Por lo menos dos: YaHVéH es el mismo del antiguo pacto y el pueblo con el cual Él hace el Nuevo Pacto - ISRAEL - es también el mismo que el del pacto del Sinaí. Pero ambos componentes del pacto: YaHVéH e ISRAEL – siendo los mismos en el antiguo y el Nuevo Pacto – tienen características nuevas en el Nuevo Pacto que lo cambian casi todo.
Veamos esto con detención: con respecto al primer componente - YaHVéH - en el Nuevo Pacto nos ha revelado de su seno a su Hijo, venido en carne, pero engendrado por el poder del Espíritu Santo. Este es Jesús/Yeshua – Emanuel - y al presentarlo al mundo ha ordenado que nos fijásemos en Él y le diéramos Gloria como a Él. Esta es la primera gran diferencia con el culto antiguo: ahora adoramos al Padre y al Hijo juntamente bajo el carisma del Espíritu Santo. En el Hijo reconocemos al Padre, y en el Padre reconocemos al Hijo.
En cuanto al segundo componente del antiguo pacto - el pueblo de ISRAEL – también permanece el mismo pero ha habido cambios que lo hacen muy diferente de aquel que acampaba en las faldas del Sinaí. Pero una parte de este pueblo estaba viviendo en misterio entre los gentiles desde el destierro de los “hijos de Israel”/”casa de Israel”/”Efraín” en el año 930 A.C.. La percepción de este misterio – la existencia de una parte de ISRAEL, “mezclada” entre los gentiles - fue reservada para estos días pero sin embargo se percibe claramente en los evangelios y en las Escrituras. Leemos en Mateo 10:5-7:
"A estos doce envió Jesús,
y les dio instrucciones diciendo:
'Por camino de gentiles no vayáis, ...
sino id antes a las ovejas perdidas
de la casa de Israel'
De modo que la misión de los doce era a los "hijos de Israel(Efraín)" esquivando a los gentiles. Sabemos por Oseas y Amos que la descendencia del norteño reino de Israel(Efraín) estaba errante entre las naciones, y por lo tanto allí había que ir a buscarla (Oseas 9:17). Y esa fue la misión de los doce apóstoles del Cordero seleccionados en una noche de oración (Lucas 6:12-15) de nuestro Señor en cominión con el Padre, que fue la estrategia central de la misión apostólica. Solo el apóstol Pablo fue levantado con una encomienda específica diferente a esta. Las instrucciones excepcionales de la encomienda apostólica de Pablo la leemos en Hechos 9:15:
“El Señor le dijo:
Ve, porque instrumento escogido me es éste,
para llevar mi nombre en presencia
de los gentiles, y de reyes,..."
La misión paulina - distinta la de los doce - era llevar el Nombre principalmente ante “los gentiles y los reyes” - “los de la incircuncision” -. Esta era una encomienda complementaria a la de los doce apóstoles del Cordero que era solo a “los hijos de Israel(Efraín) - o “los de la circuncisión”, como se dice en Gálatas -. Pero por un error que YaHVéH permitió hemos considerado las instrucciones apostólicas a Pablo como el estándar de toda la misión apostólica, y esto no fue así de ningun modo (aunque para nada disminuimos con esta afirmación la importancia trascendental e insustituible de la misión paulina)
.
El pueblo de ISRAEL que encontró nuestro Señor en su primera misión terrenal como Siervo de YaHVéH estaba dividido en dos: por un lado la “casa de Juda” que habitaba en la tierra de la promesa por esos días y que Él tenía ante sus ojos, y por otro la “casa de Israel(Efraín)” – la descendencia del norteño reino de Israel(Efraín) desterrado por su apostasía – que estaba muy lejos: en “las costas”, “las islas” o las “extremidades de la tierra”, al decir del profeta Isaías.Llegar hasta este colectivo lejano para extenderles la misericordia de YaHVéH y hacer retornar a su tierra a un remanente al fin de los días fue la principal e ineludible encomienda al Siervo de YaHVéH por parte de su Padre - leer Isaías 49:6 -. Y es que el Mesías esperado debía de poder reunificar ISRAEL para así poder levantar de nuevo el Tabernáculo de David - el Reino de los Cielos del evangelio - y para eso tenía que convocar a un remanente santo de ese pueblo desterrado de modo de que se uniera a un remanente de Judá en el "gran día de Jezreel". Y allí, al fin de los días y comienzo del mundo venidero/atid lavoh, habría de nuevo doce tribus de ISRAEL bajo un solo Jefe (Oseas 1:11).
(continúa)
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